Opinión
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Cumbre Mundial de las Naciones Unidas sobre Sistemas Alimentarios
Nueva York, 23 de septiembre de 2021
Una extraña Cumbre
por George-André Simon*
La Cumbre Mundial sobre Sistemas Alimentarios se realizó en Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica, el 23 de septiembre de 2021. Culminó más de 18 meses de preparación con cientos de reuniones con miles de personas: ciudadanos, líderes comunitarios, políticos y científicos.
En un brillante artículo titulado “Reflexiones personales sobre las cumbres alimentarias”, Andrew MacMillan brindó a los lectores de lafaimexpliquee.org un relato magistral de las anteriores cumbres mundiales y argumentó que esta nueva había empezado con mal pie.
Un espectáculo sin compromisos, plan de acción ni objetivos
Fue una “Cumbre” muy extraña, cuya puesta en escena recordó más a un programa popular de televisión que a una reunión de jefes de estado y de gobierno, científicos y ciudadanos para reflexionar sobre el futuro de este mundo. Con certeza, no fui el único que quedó conmocionado cuando el formato de las presentaciones fue modificado durante el evento y cuando Martin Frick, Enviado especial adjunto para la Cumbre, tomó los micrófonos con más soltura que los periodistas que hasta entonces habían presentado lo que el Secretario General de las Naciones Unidas había llamado, de forma un tanto precipitada, una Cumbre de los pueblos.
Una extraña “Cumbre” donde el presidente del Comité Científico no se contuvo de afirmar, en contra del consejo de la inmensa mayoría de los científicos, que habría sido útil crear una nueva institución que duplicaría el papel del Grupo de Alto Nivel de Expertos en Seguridad Alimentaria y Nutrición (HLPE en inglés). Su precipitada declaración, sin embargo, dejó claro que esta idea no habría generado ningún apoyo o entusiasmo serio.
Extraña “Cumbre”, donde cada país se lució con declaraciones, pero nadie hizo compromiso alguno.
No hubo plan de acción, programa para salvar al mundo, no hubo metas cuantitativas que habrían generado un número infinito de índices y subíndices e indicadores para medir en cada país los avances hacia sus compromisos.
¿Acaso quiso el secretario general evitarnos la pesadez de las cumbres previas, los largos días con sus noches donde se negoció cada coma del texto de un acuerdo formal o plan de acción vinculante y los compromisos sin significado alguno?
¿Acaso las Naciones Unidas deseaba evitar un nuevo plan de acción concebido a último minuto para remplazar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible cuando el propósito era facilitar su ejecución?
¿Consiguieron las fuerzas envueltas en el proceso evitar compromisos formales y verificables que habrían sido del desagrado del sector privado y de los agronegocios internacionales?
Quizá lo que ocurrió fue una simple combinación de lo anterior con otros factores.
De todas formas, quedamos lejos, muy lejos de un plan multilateralista en un momento en que nuestro planeta, más que nunca, necesita de coordinación entre acciones nacionales, así como una gobernanza global común. Solo vemos egoísmo y desconfianza en desarrollo.
Un “éxito” ¿para quién?
No debemos olvidar que este egoísmo en el plano geopolítico solo favorece a los más poderosos política y financieramente y a aquellos que no desean que otros puedan examinar y comentar sus maneras de operar.
Con respecto a esto, la cumbre haya sido quizá un éxito, porque no generó ningún riesgo de control de los abusos flagrantes en el sector alimentario. Las grandes empresas continuarán siendo quienes decidan qué vamos a comer mañana.
Obviamente, esto significa una seria falla que aumenta los riesgos para los más desaventajados, los pobres, los vulnerables, los malnutridos del mundo.
Antes de la cumbre algunas personas creyeron que, bajo el liderazgo del secretario general y de los científicos, los estados llegarían a acuerdos para aprobar códigos de conducta que pongan límites al abuso de sustancias insalubres en los alimentos procesados y para recomendar códigos de conducta para la publicidad de los alimentos; para invitar a investigadores a considerar y valorar ciertas externalidades; para promover nuevas maneras de estimar los costos de los productos alimentarios.
Lo anterior no sucedió.
En el artículo “¿Quién decidirá lo que comeremos en el futuro?” publicado por hungerexplained.org después de la precumbre de Roma en julio de 2021, les recordé los objetivos del secretario general para convocar esta cumbre.
El secretario general estableció cuatro objetivos:
1.Elaborar medidas concretas;
2.Concienciar e informar el debate público;
3.Desarrollar principios para guiar a los gobiernos en la ejecución de medidas concretas;
4.Crear un sistema de seguimiento y revisión constante de los procesos de ejecución de medidas de política.
Aunque es claro que la cumbre ayudó a aumentar la atención y a informar el debate público sobre los sistemas alimentarios, es difícil afirmar que esto ha producido medidas concretas, desarrollado principios para guiar a los gobiernos en su ejecución tales medidas, y creado un sistema de seguimiento y revisión de la ejecución de medidas concretas (parafraseando los objetivos pretendidos por el secretario general), lo que habría constituido un respetable proceso multilateral.
Una evasión magistral
Inaugurada como un programa estelar de televisión, la cumbre fue un evento raro desde su inicio. Fue difícil no pensar en el “pan y circo” utilizado por los gobernantes de la Roma antigua para conseguir que la gente se olvidara de su hambre y miseria.
Alternando videos y discursos cortos por individuos y asociaciones, algunos de ellos más cercanos a la realidad agroindustrial que a las personas vulnerables en el sector alimentario, el inicio de esta cumbre semejó un poco una gran fiesta popular, contrastando con la trágica situación del tema tratado.
Pero ¿se abordó el tema principal?
Mi respuesta es simple y directa: ¡no! El tema de los sistemas alimentarios en general y su relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible no fueron abordados con seriedad.
A los participantes se nos mostró un mundo del siglo veinte, donde la mayoría era los agricultores pobres. Cuatro mil millones y medio de personas, se nos dijo. Esto no considera que, desde 2007, más de la mitad de la población mundial es urbana y que la población rural, según las proyecciones del Fondo de las Naciones Unidas sobre Población, decrecerá de 3.4 mil millones a 3.0 mil millones en 2050, cuando la población urbana representará cerca del 68 por ciento -más de dos terceras partes- de la población mundial.
De hecho, es comprensible que el mundo de la agricultura esté descontrolado. Desde el inicio de la humanidad ha constituido la mayoría de las personas del planeta. Desde el principio de la humanidad el mundo rural ha alimentado a todos los habitantes del planeta. Estos hechos, considerados inmutables, están cambiando. La mayoría de la población vive en ciudades y estas piensan, cada vez más, en alimentarse ellas mismas. No mediante huertos urbanos como divertidas distracciones bucólicas de personas con reminiscencias de sus raíces rurales, sino a través de la agricultura vertical, la producción de alimentos mediante cultivos celulares (incluyendo productos pecuarios) y otras tecnologías modernas que fueron diplomáticamente eludidas en esta Cumbre Mundial de los Sistemas Alimentarios.
Es comprensible que el mundo de la producción agrícola esté convulso. Aunque por más de medio siglo llegó a ser el centro de atención y ha tenido éxito (aunque a un alto costo para el planeta) en alimentarse a sí mismo y a otros cinco mil millones de personas, no es más un punto de preocupación. Se produce suficiente comida en este mundo y los problemas están concentrados en otras áreas, como el acceso a los alimentos, su calidad nutricional y el manejo de desperdicios, para nombrar algunas pocas.
Entonces, el tema de los sistemas alimentarios no fue realmente abordado. No fue sino hasta en el discurso del secretario general, después de los videos e intervenciones mencionadas arriba, que escuchamos sobre derechos humanos y varios elementos de los sistemas alimentarios, como transporte, procesamiento, distribución y venta de alimentos. No fue también hasta la parte del discurso del secretario general sobre la lucha contra la desigualdad que escuchamos que los alimentos deberían ser considerados un bien público y no un bien comercial.
El secretario general basó su discurso, como un profesor de escuela que pone su clase en orden, en tres ideas: la gente, el planeta y la prosperidad. La gente porque el hambre y la malnutrición son el resultado de la acción humana y no son inevitables. El planeta porque el hombre debe dejar de causar la guerra en él y respetarlo, incluyendo al alimento. Prosperidad porque nuestro objetivo es asegurar la prosperidad de todos, desde accionistas hasta aquellos que trabajan en el sector alimentario, incluyendo el transporte, la publicidad, la información, la preparación, la agricultura, las finanzas, la dietética, la distribución y la nutrición.
El secretario general, de hecho, delineó el camino para enfrentar el tema central, pero no fue seguido.
También es interesante mencionar los componentes esenciales de los sistemas alimentarios que fueron apenas mencionados en la cumbre: procesamiento y tratamiento de alimentos, información alimentaria, inocuidad alimentaria, estándares en la composición de alimentos procesados, reglas de etiquetado e información al consumidor, determinación de precios, subsidios al sector agropecuario, el rol de los intermediarios, estándares generales para temas desde los alimentos callejeros hasta la formación de precios, control de la especulación y consideración de externalidades.
¿Una nueva forma de multilateralismo?
El secretario general había invitado a los estados miembros de las Naciones Unidas a organizar amplias consultas nacionales en temas relacionados con los sistemas alimentarios. De hecho, la mayoría de estados miembros las organizaron.
Cada diálogo nacional programado había llevado a la identificación de fortalezas y vulnerabilidades de su sistema alimentario, llevando a menudo a convocar colaboraciones posteriores entre actores múltiples en asuntos que atraviesan distintos sectores, en algunos casos envolviendo más de un país, en regiones particulares o al nivel internacional.
Durante los meses pasados recientes, cientos de individuos, gobiernos, organizaciones e instituciones unieron fuerzas para estudiar y discutir la posible transformación de los sistemas alimentarios. Ellos discutieron líneas de acción de la cumbre, palancas para accionar cambios transversales y el grupo científico que, como ya mencioné, no se involucró realmente en el asunto. Estos grupos se congregaron alrededor de temas considerados prioritarios para la transformación de los sistemas alimentarios nacionales. Ellos propusieron iniciativas, alianzas y coaliciones para acelerar la acción colectiva. Estas iniciativas emergentes, alianzas y coaliciones fueron inspiradas desde las opciones exploradas en los diálogos nacionales. Ellas deberían mover a la reflexión alineada con las prioridades de cada país y adaptada al contexto nacional.
Las reglas del juego para la participación, funcionamiento y retroalimentación de esas coaliciones no llegaron en ningún momento a ser discutidas o decididas dentro de Naciones Unidas. Presenciamos un fenómeno espontáneo de gobernanza.
Podemos ver hasta qué punto las ideas de cooperación y multilateralismo se disolvieron para volverse un entramado de egoísmo, desconfianza y pretendida independencia. Digo pretendida porque ni el hambre, la malnutrición, la enfermedad, el cambio climático ni las prácticas cuestionables o incuestionables de los agronegocios multinacionales y otros actores son detenidos en las fronteras nacionales.
Las iniciativas, alianzas y coaliciones son diseñadas para ofrecer a los países un apoyo a la medida de sus intereses y prioridades nacionales en un proceso estrictamente voluntario. De manera que ya no se trata de un asunto de, como el secretario general incluyó en sus objetivos, “desarrollar principios para guiar a los países en la ejecución de medidas concretas, y crear un sistema de seguimiento y revisión de la ejecución de tales medidas”.
Existen al menos veinticinco coaliciones que discuten asuntos importantes tan diversos como el hambre cero, la alimentación escolar, el verdadero valor de la iniciativa alimentaria, la ganadería sostenible, la salud del suelo, la deforestación, el papel de la mujer, la protección social, las crisis climáticas, las crisis humanitarias, etc. Un conjunto de grupos de interés muy específicos con poca interacción entre ellos.
La participación en esas coaliciones es (por supuesto), voluntaria; nada puede ser impuesto sobre los países soberanos e independientes. Por tanto, no existe garantía de que diferentes grupos de personas alrededor del mundo tendrán el mismo acceso al conocimiento y que los mismos problemas puedan ser resueltos con el mismo conocimiento.
Esto constituye un nuevo y preocupante enfoque de multilateralismo.
Finalmente, para terminar en una nota destacada, entre los pocos puntos positivos que dejó la cumbre está la sugerencia del secretario general para reunirnos de nuevo dentro de dos años y revisar el progreso alcanzado.
También vale la pena notar que no se hizo ninguna referencia a continuar la idea de la posible creación de una nueva institución científica, lo que refuerza el papel del HLPE y deja enormes expectativas sobre sus hombros.
Además, el momentum generado por diversas consultas nacionales se extenderá más allá de esta cumbre para envolver a un creciente número de ciudadanos que, a su vez, presionarán a sus autoridades locales, nacionales y regionales para que faciliten los cambios estructurales, políticos y de comportamiento que sean necesarios para que las mujeres y los hombres de este mundo puedan alimentarse mejor y prosperar en simbiosis con el planeta que los acoge.
En sus conclusiones, la Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas, igual a como lo había hecho en la precumbre de Roma, confirmó que las agencias basadas en Roma, es decir, el Comité Mundial de Seguridad Alimentaria, la FAO, el WFP y el FIDA, serían responsables del seguimiento de la cumbre.
(29 de septiembre de 2021)
Este artículo ha sido traducido por Byron Ponce-Segura.
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* George-André Simon, economista, es professor de seguridad alimentaria y ha trabajado para la FAO y el WFP. Es consultor para el Club del Sahel de la OECD y la Comisión Europea, cofundador de la maestría en Desarrollo humano y seguridad alimentaria de la universidad Roma Tre, coordinador de seguridad alimentaria en el ISPI de Milano y también docente en universidades de Bruselas y Nottingham.
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Para conocer más sobre el tema:
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Selección de artículos en hungerexplained.org que están ligados al tema:
•Opiniones: Food systems summit’s scientistic threat by Jomo Kwame Sundaram, 2021.
•Opiniones: Who will decide what we will be eating in the future? by George-André Simon, 2021.
•Opiniones: Reflexiones personales sobre las cumbres alimentarias, por Andrew MacMillan, 2021.
Última actualización: octubre de 2021
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