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20 de octubre 2019



La urbanización del hambre: el éxodo rural empuja al hambre hacia las ciudades


Si realizáramos una encuesta a la población de un país del primer mundo sobre su visión del hambre en el mundo, es casi seguro que la opinión más extendida sería que el hambre es un fenómeno que afecta principalmente al África rural, en particular en aquellos países donde hay guerra. Esta imagen se basa en lo que la gente puede ver y oír en los medios de comunicación, ya sea de casos de crisis localizada grave o, cada año, en la información resumida que se puede  escuchar durante la conmemoración del Día Mundial de la Alimentación (16 de octubre).


Pero esa es una idea bastante falsa (ver aquí).


De hecho, se debe recordar que si África es la región donde la proporción de la población afectada por la subalimentación es la más alta (estimada por la FAO en 19.9 % en 2018, contra cerca de 11 % al nivel mundial), es en Asia donde encontramos el más grande número de personas padeciendo inseguridad alimentaria crónica (son cerca de 541 millones de personas, contra 256 millones en África, para el mismo año 2018).  (ver más información aquí).


Además, es necesario saber que, día a día, la inseguridad alimentara se torna más urbana.  La población mundial se vuelve más y más urbana, en la medida inversa en que la población rural -generalmente la más pobre del grupo- emigra hacia las ciudades en busca de una mejor vida.  Este movimiento poblacional viene desde hace mucho tiempo.  Para 1960, la población mundial urbana era alrededor de 30% de la población total.  Hoy día alcanza el 50% y alcanzará el 65% hacia 2050 (ver aquí las proyecciones de Naciones Unidas).  Para América Latina y el Caribe se realizaron estimaciones demográficas a 2020 en el año 2000 y resultaron cumpliéndose desde 2010, según el país.





En el primer artículo de nuestro sitio faimexpliquee.org, en 2012,  abordamos las cifras  y hechos sobre el hambre en el mundo, y llamamos la atención de nuestros lectores hacia el punto de que, con el tiempo, el hambre sería cada vez un fenómeno más urbano (ver aquí).   En aquel momento nos basábamos en un reporte de la M.S. Swaminathan Research Foundation, que analizaba la situación alimentaria en las ciudades de la India.

Un artículo de Manipadma Jena publicado por la agencia Inter Press en 2017 nos hizo recordar que la predicción está sobre su curso y es evidente en las grandes ciudades asiáticas, en especial en la India y en China (ver aquí). Ya, dice ella, en áreas urbanas uno de cada tres infantes menores de cinco años sufre de retardo en crecimiento (lo que es irrecuperable).


Citando al informe Perspectivas Globales sobre la Tierra de 2017, Manipadma nos recuerda que la población urbana mundial se duplicará entre 2000 y 2030, mientras que la superficie ocupada por las zonas rurales se triplicará, aumentando 1.2 millones de km2 (¡equivalente a 2.5 veces la superficie total de Francia!).  Esta expansión de las zonas urbanas afectará, por ejemplo, el 6 % de la producción agrícola asiática.  El 90 % del crecimiento de la población urbana se concentrará en  Asia y en África; sobre todo en Asia.  En los países ricos, principalmente en Europa, este éxodo rural es un fenómeno ya muy avanzado.


Por paradoja, el éxodo de la población del campo a las ciudades transforma a la población afectada (en su gran mayoría son productores agrícolas), en compradores de alimentos.  Una vez en la ciudad, se verán obligados a ganar el dinero necesario para comprar todos sus alimentos. Para muchos de ellos, más del 60% de lo que consigan ganar se destinará a la compra de alimentos.


Como lo explica un ejemplo de Jena, el menor incidente imprevisto, el menor incremento en el precio de los alimentos puede significar para esos pobres la experiencia de una inseguridad alimentaria grave.  Ella subraya igualmente que los migrantes urbanos en soltería se encuentran frente a la imposibilidad de cocinar (por falta de espacio, de utensilios o de tiempo, entre otras causas) y se verán en la necesidad de alimentarse con comida callejera y visto que -visto desde nuestra parte- se trata principalmente de alimentos industriales pobres en nutrientes y ricos en grasas, sal y azúcar (ver artículo anterior).


La migración del campo a la ciudad causa que una parte de las tierras agrícolas pierda las manos que las trabajan aunque esta parte es inferior en proporción a todos los emigrantes rurales, porque se trata generalmente de campesinos pobres, poseedores de poca tierra (generalmente marginal y de menor capacidad productiva que el promedio) o bien trabajadores sin tierra, que constituyen la mayor parte de los emigrantes.


De hecho, algunos de esos migrantes dejan el campo precisamente porque han perdido sus tierras (muchas veces les son arrebatadas o las venden o entregan para salir de deudas acumuladas).  También se da que ellos se quedan sin los medios para vivir del aprovechamiento de sus tierras debido a su degradación, a los efectos del cambio climático o por falta de recursos -principalmente financieros- para tener acceso a insumos y técnicas que les permitan un uso sostenido y productivo del suelo.


Los cambios que estamos presenciando y que habrán de intensificarse traerán la necesidad de medidas para luchar contra el hambre, incluyendo:

  1. Reforzar los vínculos entre las ciudades y las zonas rurales circundantes para aumentar la eficiencia de las cadenas de suministro y permitir que los productores reciban precios adecuados para continuar ofreciendo productos asequibles y de calidad a los consumidores urbanos (zonas periurbanas accesibles, AMAP);

  2. La ampliación de los programas de protección social para los habitantes urbanos más pobres, como complemento a acciones de desarrollo destinadas a crear oportunidades de empleo tanto en las zonas urbanas como en las rurales, a fin de mantener a una parte de los migrantes potenciales en su región de origen;

  3. El desarrollo de la agricultura urbana y periurbana, por ejemplo mediante la promoción de huertos comunitarios.


Desafortunadamente, esta visión no resulta  atractiva a los gobiernos de la mayoría de países, ni a sus socios en programas de desarrollo.


Fue necesario que 205 ciudades se adhirieran al Pacto de Milán, realizado en 2015 como parte de la Exposición universal de Milán, para demostrar que es posible y necesaria una acción coherente para brindar atención a la seguridad alimentaria en zonas urbanas.


(Traducido por Byron Ponce-Segura)


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Para más información (en idioma original):


  1. Jena, M., The Urbanization of Malnutrition, Inter Press Service, 2017 (en inglés).

  2. Pacto de Milán de política alimentaria urbana, 2015.



Sélección de articulos recientes abordados en lafaimexpliquee.org y conectados al tema:


  1. Las cifras y los hechos acerca de la malnutrición en el mundo, 2019.

  2. Les conséquences de la crise alimentaire de 2007-2008 : le coût social et économique non comptabilisé de la résilience, 2016.

  3. Idées reçues (et fausses) sur la faim… 2015.

  4. Quelques chiffres et des faits sur la faim dans le monde, 2012.

 

Última actualización: octubre de 2019

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